Cantabria en bici

Los 10000 del Soplao

Cónica de la marcha de Mayo de 2009

Por: Michael González Harbour



Datos Básicos

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Kilómetros
164
Desnivel acumulado
4794
Cota Máxima
1272
Duración
13:02 horas
Tiempo en movimiento
11:36 horas
Lugar de inicio y final
Cabezón de la Sal
Dificultad
Extrema
Mes en que se realizó
Mayo de 2009
Época recomendada
Primavera, verano, otoño


Descripción

Los 10000 del Soplao, también llamada el Infierno del Norte, es una marcha para bicicleta de montaña, de dureza extrema, organizada por el club MTB Cabezón. Tiene un total de 165 kilómetros por los montes que rodean Cabezón de la Sal y las comarcas cercanas de Cantabria. Los participantes en esta marcha tienen asegurados unos paisajes naturales impresionantes, pues la ruta transcurre por algunas de las más bellas zonas de bosque de Cantabria. El recorrido no tiene excesiva dificultad y de hecho puede encontrarse en forma de varias rutas en esta página, todas ellas de dificultad media o baja. Sin embargo, al unir todas ellas, el largo kilometraje y sobre todo el desnivel acumulado de más de 4700 metros hacen de esta ruta una verdadera quebrantahuesos. Un auténtico reto personal, que sólo se puede superar con una buena preparación física y mental y con la imprescindible ayuda de la organización de la marcha, perfecta en todos los detalles, y del compañerismo y buen ambiente que aportan todos los participantes.

Crónica de la marcha, Mayo 2009

Los preparativos


Cuando acabé la marcha de los 10000 del Soplao en Mayo de 2008 me preguntaba a mí mismo si volvería a participar y no sabía darme una respuesta. La marcha había resultado una experiencia inolvidable, y la satisfacción de haberla terminado compensaba toda su dureza. Sin embargo, volver a hacerla supondría volver a sufrir mucho, y en ese momento no sabía si estaría dispuesto. Al cabo de un par de meses todas las dudas se habían disipado. Los malos momentos se olvidan, y sólo queda el recuerdo de los buenos. ¡Y son muy buenos recuerdos!

Comencé pues los preparativos para el Soplao 2009. Al principio es sólo cuestión de mentalizarse, ya que el Soplao requiere sobre todo una gran fuerza mental. Se repasa en la cabeza el recorrido, en las salidas por la zona se recuerdan los momentos de la marcha, se fantasea con la posibilidad de que este año haga buen tiempo, .... Quizás con buen tiempo, si no hay barro, se puedan mejorar los tiempos. Durante las navidades comento mis planes con la familia y mi cuñado Paco me pregunta si mi objetivo es rebajar el tiempo. Yo le contesto que no, que mi objetivo es sólo volver a terminar. Aunque por dentro, un pensamiento fugaz me dice, que quizás sí, si hace bueno se puede rebajar el tiempo. Auyento enseguida ese pensamiento y me convenzo a mí mismo que no quiero rebajar mi tiempo. ¿O sí?

Antes de acabar el año decido hacer el primer sector, sólo para probar un poco las fuerzas. Este invierno ha sido muy lluvioso, y el día elegido no es una excepción: amanece lloviendo. No importa, pues así me acostumbro a las condiciones habituales del Soplao. Al llegar al aparcamiento del Soplao cambia el tiempo y empieza viento fuerte, frío intenso y aguanieve. El regreso hasta Cabezón se convierte en un suplicio de frío, pero las sensaciones sobre la bici son buenas.

Continúo el entrenamiento alternando las salidas habituales con otras más largas, unas veces por el primer sector, otras por el segundo, casi siempre con lluvia, a veces pisando nieve con mis amigos de la bici Javier y Pedro. Poco a poco se va acercando la fecha.

Recuerdo que coincidí un día en el Moral con Ringo, gran biker del Club de Cabezón, y al despedirnos nos deseábamos suerte para el Soplao. Le dije: "espero que disfrutes de la marcha". Y él me respondió: "Disfrutar, ... no sé. Todavía no sé si me gusta esto de la bici". Claro, que eso es lo que decían sus palabras, pero en su cara se veía una gran sonrisa que delataba esa pasión por la bicicleta que nos obliga a muchos a hacer cosas como participar en los 10000 del Soplao.

Quince días antes empieza a animarse el foro con diferentes pronósticos del tiempo. Casi todos son malos. Lluvia, tormentas, ..., al menos no hará mucho frío. Estoy muy nervioso, impaciente por que llegue el día, imagino que igual que casi todos los demás participantes.

El día anterior a la salida me acerco a Cabezón a por el dorsal. Me acompaña mi mujer y compañera, Paula, y damos un paseo por las calles en las que se respira un gran ambientazo de bicicleta. Los organizadores han decorado con motivos ciclistas las calles, los accesos, las plazas. Consiguen que resurja de nuestro interior ese "espíritu del Soplao" que ya sentimos en la pasada edición.

La salida


Por la noche me despierta varias veces una fuerte tormenta. Mientras intento volver a conciliar el sueño me imagino esa subida desde la Cocina llena de barro, el suplicio de Venta Vieja, ... Este año parece que también nos vamos a mojar. No importa. Las ganas de hacer el Soplao pueden más que cualquier fenómeno meteorológico que se ponga por delante.

Cuando suena el despertador  las 6:20 me preparo para salir. Al montar en el coche veo que está todo mojado pero la tormenta ya ha terminado y casi no llueve. ¡Quizás haya suerte y el pronóstico del tiempo esté equivocado!

Al llegar a Cabezón me dirijo en bici hacia la salida. Todas las calles están repletas de ciclistas que salen de todas partes. El ambiente es de fiesta. Nos vamos colocando en la salida y somos tantos que no alcanzo a ver el final de la columna de ciclistas. Intentamos combatir la tensión del momento comentando tonterías divertidas con los compañeros. Igual que el año pasado no conozco a nadie de los que me rodean. ¡Somos 1200!

Por fin suena la traca que marca la salida. Tras un rato de espera para que los de adelante vayan saliendo comienzo a pedalear, con cuidado para no chocar con otras bicis. Mientras rodamos por las calles nos aplaude numeroso público que ha madrugado para darnos unos ánimos que impulsarán nuestros pedales. Empiezo a reconocer las emociones del año pasado que ese público fiel es capaz de transmitir.
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Somos 1200 bikers en la salida de Cabezón



El Monte Corona (subidas 1 y 2)


Las pistas del Monte Corona están cubiertas de una fina capa de barro que no dificulta la marcha pero que nos deja cubiertos de salpicaduras. La mecánica empieza a sufrir con el barro y la cadena comienza a suplicar por un poco de aceite. Pedaleamos con cuidado pues somos muchos y vamos muy pegados. El grupo forma una larguísima hilera de la que no puedo ver ni el principio ni el final. La bajada hacia Rioturbio es rápida y la subida posterior a la ermita de San Esteban se me hace corta. Es curioso cómo influye el ambiente en el rendimiento. Los ánimos del público que se ha acercado casi hasta cada curva, y la presencia de los compañeros, hacen que dar pedales no cueste. Subo rápido, más de lo habitual, y no me canso igual que cuando voy solo. Al año pasado también me pasaba lo mismo y tenía que dosificarme porque no sabía hasta dónde podrían aguantar las fuerzas. Este año no necesito ser tan conservador, ya que el objetivo de terminar el Soplao ya estaba cubierto el pasado año. Subo pues a buen ritmo y pronto llego al primer avituallamiento en Caviedes. foto14
Formamos una larga hilera de ciclistas mientras
ascendemos por el Monte Corona



El Soplao (subida 3)


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Con las primeras rampas de la pista de la Cocina comienza "el infierno"
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Al salir de la niebla cerca de la Florida
se abren ante nosotros preciosas vistas

Al salir de Caviedes se muestran ante nosotros praderas de color verde intenso que nos cuentan lo mucho que ha llovido esta primavera. Sigue habiendo mucho público al borde de la carretera. Al llegar a La Cocina se toma el desvío por la pista a la derecha y poco después aparece la impresionante rampa de Las Lastras, cubierta de barro. Muchos ciclistas suben resbalando, unos a pie y otros montados. Sin detenerme hago un par de fotos y luego guardo el móvil rápidamente para poder agarrarme al manillar e intentar subir montado. Aunque la tormenta de la noche anterior ha convertido la subida en un lodazal, la rueda trasera encuentra el camino hasta apoyarse en la roca que hay debajo. Voy subiendo muy despacio, avanzando poco más deprisa que los ciclistas que suben andando. Se oyen muchos chistes. Recuerdo que el año pasado hacia el final de la prueba, en el barro se oían sobre todo maldiciones. Ahora estamos al principio de la marcha, por lo que los ánimos están alegres.

Algo más arriba el barro empieza a hacerse más profundo y las ruedas comienzan a patinar. Poco después la cadena de la bici, llena de barro, se atasca en el cambio, por lo que toca caminar. El último tramo de la pista tiene menos pendiente por lo que es posible poner plato mediano y conseguir que la cadena, al estar más tensa, ya no se atasque. Me paro a echar aceite a la cadena y sigo hasta llegar a La Florida. Un camión con un depósito de agua ayuda a los participantes a limpiar el barro de la cadena, pero hay muchos esperando por lo que no paro. Poco más adelante me arrepiento porque la cadena me vuelve a dar problemas. Paro de nuevo a engrasar y pongo el plato mediano, lo que dificulta la subida en las curvas de fuerte pendiente de la pista del Soplao.

Estamos dejando la niebla abajo y se abren ante nosotros preciosas vistas de los montes iluminados por tímidos rayos de sol, en contraste con el valle cubierto de niebla. Son imágenes muy bellas que disfruto a la vez que el altímetro del GPS me va indicando que queda ya poca ascensión. Al coronar el alto de la pista aparecen de pronto los Picos de Europa y Peña Sagra, con algo de nieve. Este año estamos disfrutando de los paisajes del Soplao. Después de un último ascenso por la carretera llegamos al aparcamiento del Soplao, a un avituallamiento abarrotado de ciclistas.

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El sol empieza a aparecer tímidamente. Hace un día estupendo para la bici
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Desde el avituallamiento del Soplao podemos ver Peña Sagra, ya con poca nieve



El Monte Aa (subida 4)


Después de comer algo inicio el fuerte descenso hacia Celis. La pista está muy resbaladiza y el personal de protección civil cuida de nosotros pidiéndonos que bajemos con cuidado. A pesar el traqueteo de la bici sobre las piedras oigo de pronto un silbido sospechoso. Me paro y veo con horror que el aire se escapa con gran fuerza por un agujero en mi rueda delantera. ¡Menudo pinchazo!. Llevo ruedas sin cámara con líquido antipinchazos por lo que teóricamente no debería haber pinchado, pero este agujero es enorme. Muevo un poco la rueda para que llevar el líquido hacia el pinchazo y veo que empieza a salir a chorro. Pongo el dedo a modo de tapón y, mágicamente el líquido hace su trabajo y sella el pinchazo. Ya no me tendría que preocupar de él en todo el resto de la marcha. ¡Qué bien está funcionando hoy todo! Doy gracias a la tecnología y sigo bajando por la resbaladiza pendiente. Bajo despacio, y me adelantan algunos "locos" a toda velocidad. Por suerte no veo ninguna caída y en poco tiempo estoy en el valle. Los vecinos nos ayudan a limpiar el barro pero yo evito la espera ya que conozco una fuente situada un poco más allá. Lavo allí la cadena de la bici y el cambio metiéndolos directamente en el caño y luego vuelvo a engrasar por enésima vez la cadena. Traía un bote casi lleno y ¡ya lo llevo medio vacío!. Tengo que dosificarlo pues en Venta Vieja puede que me haga falta.

Después de dedicar un rato a las labores de limpieza tomo la carretera con ganas de devorar algunos kilómetros fáciles. Paso por Puente Nansa y poco después llego al temido vado del río Quivierda. Mientras giro hacia la pista que atraviesa el río me da rabia pensar en mojarme los pies, que llevo secos. Sin embargo, me llevo la sorpresa de que a pesar de la tormenta el río baja casi seco. ¡Más buenas sensaciones para este Soplao!. La pista hasta Carmona escupe un barrillo blanquecino que impregna la bici y la ropa. Paso por el bonito pueblo de Carmona muy deprisa, casi sin poder verlo y enseguida inicio la subida a Monte Aa.

Me encuentro allí con Gon, un forero del Foro Cantabria MTB. Avanza despacio con su bici que hace un ruido terrible. No nos conocemos personalmente, pero para mí es como si le conociese por haber leído su increíble crónica del Soplao, realizado en solitario el año pasado. Me cuenta que lleva el núcleo de la transmisión trasera roto. ¡Mala pinta tiene! Me da lástima pues sé las enormes ganas que tiene Gon de hacer el Soplao "oficial". Mas tarde leería en el foro que no pudo reparar su bici, pero que llegó con ella rota hasta Bárcena Mayor, y que allí Marta, otra compañera del foro, le prestó su flamante bicicleta nueva para completar la prueba. Una muestra perfecta de esa mezcla de tesón, fuerza mental y compañerismo que caracteriza el espíritu del Soplao. ¡Enhorabuena a los dos!

Después de un tramo de carretera se inicia la pista con las pendientes más fuertes de la marcha. Hay dos tramos de hormigón en los que la bici se encabrita y es preciso casi meter la cabeza entre los cuernos del manillar para mantener la rueda delantera sobre el suelo. A medida que subo veo a varios compañeros que han roto la cadena. La combinación del barro y de la pendiente están causando estragos mecánicos. Mi cadena suena un poco, por lo que me paro a engrasarla de nuevo, por si acaso. Al salir de las rampas más fuertes llega un tramo muy bonito desde el que se puede ver Carmona en el fondo del valle, con los Picos de Europa detrás. Este Soplao nos está regalando lo mejor de sí mismo.
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Durante la subida al Monte aa disfrutamos de la vista de Carmona,
con los Picos de Europa detrás



El Moral (subida 5)


Al coronar el Monte Aa me pongo la chaqueta térmica para el descenso que es largo y divertido. Al llegar a Ruente busco con la mirada a mis amigos de la bici, Javier, Pedro y Jesús, están allí, junto a Alicia, a pie de carretera. Qué bien sabe ver caras amigas, charlar un rato, contar alguna anécdota. Me ayudan a repostar el CamelBack. A diferencia del año pasado no necesito cambiarme de ropa. En poco tiempo me despido de ellos y cruzo el puentecillo sobre la fuentona de Ruente para dirigirme hacia la campa de Ucieda. Allí paro a comer un bocadillo y algo de fruta y luego inicio el largo ascenso hacia el Moral.

Subo con un poco de miedo, pues es una subida dura y el año pasado llegué algo cansado a la cima. Sin embargo las sensaciones son buenas y voy perdiendo el miedo. El camino se abre paso por el bosque y, más arriba, por monte despejado que nos ofrece preciosas vistas del valle. Hablo por el móvil con Paula mientras pedaleo y le cuento que me va muy bien de momento. Estoy contento. Un poco más arriba, al borde de la pista hay un hombre con un cencerro que nos anima en tono jocoso, con grandes voces que se oyen desde mucha distancia. Nos dice: "Venga apretad el paso que esto no es un paseo" "Que esto no es Verano Azul" "Aquí habéis venido a sufrir" "Venga, que se me va a hacer de noche y quiero bajar al pueblo de día". Y venga a darle al cencerro. Este tío ¡es un crack!. Todos nos sonreímos al pasar al lado suyo. Parece que cada frase que dice nos impulsa un poco más hacia la cumbre.

Poco antes de coronar el alto le comento a un compañero que justo aquí vi pasar el año pasado al primer clasificado. Este año aún no ha pasado, por lo que o yo voy mejor o él va peor. Comprobaré enseguida que en realidad no hay tanta diferencia. Un par de minutos después corono la cima y mientras el controlador pica mi dorsal veo llegar a los dos primeros clasificados, que suben juntos desde el otro lado. Pero ¡de qué están hechos!. A mí me queda aún la mitad del recorrido y ellos están ya de vuelta a Cabezón. Al pasar junto a los participantes que estamos en la cima no podemos hacer menos que darles un caluroso aplauso. Mi enhorabuena campeones.
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Este soy yo, cerca de Ucieda



La Cruz de Fuentes (subida 6)


La bajada por la pista del arroyo Juzmeana es rápida y hay que bajar con cuidado pues me cruzo con algunos participantes que suben. Abajo me encuentro de nuevo con mis amigos y les cuento que de momento voy muy bien. Me dan algo de comida y bebida. Bueno, lo de "comida" es un decir pues unas barritas energéticas no pueden compararse con el cocido que se van a meter entre pecho y espalda mientras yo me esfuerzo en dar pedales. Debería envidiarles, pero no puedo, pues lo estoy pasando muy bien.

Paso Bárcena Mayor sin poder casi detener la vista en sus pintorescas calles, y sigo hasta el área recreativa donde se encuentra otro avituallamiento. Me paro a comer otro bocadillo y luego inicio el largo ascenso hacia la Cruz de Fuentes, techo de la marcha situado a casi 1300 metros de altitud. El primer tramo es de poca pendiente y aprovecho para repasar mentalmente el recorrido. El año pasado me dio una pájara fuerte a media subida y sufrí mucho. ¿Qué pasará esta vez?

Durante parte de la subida coincido con Chuchi, al que conozco del Blog CantabriaMTB. Me hace gracia que se pueda poner voz y cara a alguien a quien sólo conoces por Internet. Charlamos un rato mientras atravesamos el precioso bosque de Bárcena Mayor.

Llega el kilómetro 100 y todavía sigo con fuerzas. Sin embargo el ascenso es largo y poco antes de coronar me llega un momento de debilidad. Parece que siempre tiene que ser en la subida a Fuentes. Ya lo dice el manual de la ruta: "Fuentes nos exigirá lo mejor de nosotros mismos". Afortunadamente la cima está cerca y al coronar me encuentro ya de nuevo con fuerzas. ¡Quizás sea sólo el miedo! Ahora ya no importa pues mi cabeza me dice que si he llegado hasta aquí terminaré el Soplao aunque sea a rastras.

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Las nubes envielven la cordillera con sus formas caprichosas


El Puerto de Palombera (subida 7)


Mientras desciendo de la Cruz de Fuentes por la vertiente campurriana sigo con la mirada la pista, aún cubierta de nieve, que desde la Venta Tajahierro asciende hacia Sejos por la ladera de la Sierra del Cordel. Pronto se derretirá la abundante nieve de este invierno y podremos volver a pedalear por esos lugares privilegiados. Voy abrigado pues hace un fuerte viento Sur bastante frío. Al alcanzar la carretera se inicia un ascenso no muy largo hasta el puerto de Palombera. El viento Sur continúa soplando con fuerza y al venir por la espalda me ayuda a impulsarme. Siento cómo la fuerza de cada pedalada hace sonar el neumático sobre el asfalto, acercándome poco a poco a la cumbre. Arriba, numeroso público nos anima al pasar, y me emociono. El cansancio va haciendo mella y se refleja en estas emociones que están a flor de piel.

La Venta Vieja (subida 8)


El descenso del puerto por la carretera es rapidísimo. 70 Km/h marca mi velocímetro. Es agradable dejarse caer, inclinar la bici en las curvas, sentir el viento en la cara y ver pasar el paisaje a gran velocidad. En poco tiempo alcanzo el avituallamiento de Ozcaba y me paro a pedir ayuda mecánica pues llevo la corona con los piñones algo sueltos y hace mucho ruido. Tras una parada algo larga comienzo el ascenso por la pista y me encuentro a Javier y Alicia que han subido a hacerme algunas fotos. Me alivio cuando me dicen que la pista de Venta Vieja está en buen estado. Tiene mucho barro, pero se ha secado bastante durante el día y es ciclable. Puedo avanzar relativamente deprisa.

Comparto la pista con una manada de caballos que a mi paso saltan hacia la pradera impulsándose sobre sus patas traseras. Las vistas hacia la izquierda son sencillamente inmejorables. El valle del Saja aparece teñido por la luz del sol que se filtra entre las nubes en un atardecer de temperatura agradable. Las montañas que hay detrás y las nubes ponen un bello contraste a las praderas y los bosques. Cuando los controladores de Venta Vieja me pican el dorsal  me doy cuenta de que ya he hecho una gran parte de la marcha. Sólo quedan dos largos descensos con un nuevo ascenso al Moral en la mitad.
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La temida pista de Venta Vieja se ha secado
y está ciclable a esta hora de la tarde



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Compartimos la ascensión con una manada de caballos

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Las vistas desde Venta Vieja son grandiosas

El Moral (subida 9)


El descenso hacia Colsa y Los Tojos es muy rápido y divertido, aunque no deja mucho margen para poder contemplar las vistas. La temperatura es tan agradable que ni siquiera necesito abrigarme. Mientras las cubiertas de la bici vuelan sobre las piedras los pensamientos vuelan en mi cabeza haciendo un repaso de la marcha. Hasta el momento ha ido todo muy bien. Abajo estarán mis amigos y también Paula. Me imagino ya llegando ante ellos y me emociono. También se me hace un nudo en la garganta cuando me animan unos chavales en los Tojos. Al igual que el año pasado, no me caben tantas emociones juntas y algunas se me escapan de dentro.

Después de las paellas enlazadas de la carretera de los Tojos llego al valle y poco después al desvío de la pista del Arroyo Juzmeana, donde están Javier, Alicia, Conchi y Paula. Como ya me temía, un par de lágrimas se asoman a mis ojos al verles. Paro un rato a charlar con ellos, y Javier me ayuda a repostar y a poner las luces en la bici. No creo que hoy me hagan falta, pero nunca se sabe si una avería puede retrasarte. Un cariñoso beso de Paula me despide y salgo haciendo un caballito para no perder la costumbre.

Inicio la última subida de la marcha, larga, con un desnivel de 600 metros. La primera parte es de pendiente suave y disfruto contemplando las numerosas cascadas del arroyo, que se desploman en mitad de un espeso bosque. Más arriba la pendiente aumenta y sigue ya sin descanso hasta coronar el alto junto a la Ermita del Moral. Las fuerzas ya son escasas y veo a varios compañeros que suben andando. Sufro por el cansancio mientras miro cada poco el altímetro del GPS para comprobar cuánto falta. ¡Qué lento avanza el condenado!

El sol de la tarde sigue tiñiendo el paisaje de colores amarillos que envuelven el bosque. Disfruto de las vistas y mientras me parece que mi bicicleta está casi parada contemplo cómo el alto va acercándose lentamente hacia mí. Al fin, el alto me alcanza y los controladores lo certifican picando mi dorsal. ¡Sólo queda ya el descenso hacia la meta!
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La última subida al Moral, con las luces de la tarde



La meta


El cálido atardecer que me acompañó en la subida ha desaparecido, sustituido por una fría y espesa niebla que cubre toda la vertiente Norte del Moral. La visibilidad es mala y aunque hay ganas de bajar rápido no se puede. Las gafas se empañan y debo quitármelas, con lo que los ojos van llorando por el efecto del viento frío. Me abrigo pero aún así hace frío. Por lo menos es de día, no como el año pasado en que hice toda la bajada de noche cerrada y lloviendo.
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Para bajar hacia Cabezón debemos internarnos en la fría niebla,
pero no importa: ya casi tocamos la meta con la punta de los dedos

Antes de alcanzar el Alto de Leonzón comienzo a oír una fuerte voz que suena familiar: "Venga, que se me va a hacer de noche" "Que no estáis de paseo". Es el hombre del cencerro que sigue allí, animándonos, después de  las muchas horas que han pasado desde que subimos por aquí. No me lo puedo creer. Este hombre ha sido la animación de este Soplao. Durante los próximos días todo el mundo lo comentaría en los foros. ¡Gracias anónimo hombre del cencerro!

Hacia la cota de 500 metros desaparece la niebla y me puedo poner de nuevo las gafas. Ahora el descenso es rápido y al llegar abajo paso como una exhalación por el avituallamiento del área recreativa donde el numeroso público aplaude con fuerza. Esa fuerza impulsa mis pedales y bajo a casi 40 kilómetros por hora hacia Ucieda. En la carretera sigo a más de 30 kilómetros por hora pues hay muchas ganas de llegar. Entro en Cabezón y tengo que frenar por el tráfico. Por lo menos esta vez no tengo que esperar en el paso a nivel del tren. Lo atravieso y en poco tiempo estoy en la meta, con Paula y mis amigos abrazándome y dándome la enhorabuena a la vez que varias de esas lágrimas que ya me han acompañado durante parte del día vuelven a asomarse a mis ojos. He terminado mi segundo Soplao, de día, en poco más de trece horas. Simplemente, ¡estoy feliz!

Y después


Son muchos los recuerdos y las emociones que van y vienen en los días posteriores a la prueba. Muchos de los sentimientos son de agradecimiento. A Paula por estar ahí junto a mí, apoyándome siempre. A mis amigos por su constante ayuda, por sus ánimos a pie de carretera. A los participantes por los chistes, los buenos ratos, el esfuerzo compartido. A la organización, por cuidar hasta el último detalle. Al público por arrancarme algunas lágrimas. Al hombre del cencerro, por hacernos el día, ...

Entre los recuerdos, está la frase que pronunció Ringo unos días antes de la prueba: "todavía no sé si me gusta esto de la bicicleta", me decía con una sonrisa en su cara que contradecía sus palabras. La verdad es que la lógica dice que la bici no nos puede gustar: largas horas de sufrir, mucho barro, averías, frío, calor, dolor de piernas y de espalda, ... Y sin embargo, ¡nos encanta!

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