Cantabria en bici

El Soplao 2016

Por: Michael González Harbour

La Florida
El soplao es siempre una larga hilera de ciclistas

Los preparativos

Empecé a preparar este Soplao en 2013, poco después de retirarme de la prueba de ese año. Aquel fue un año con un invierno duro y pocas ocasiones para entrenar en serio. Participaba junto a mi amigo Pedro con el que había compartido entrenamientos.

Los pronósticos del tiempo eran muy malos, iguales a los del año anterior cuando tampoco pudimos acabar debido al corte de la prueba que la organización tuvo que hacer por el mal tiempo. Unos días antes de la prueba dudábamos entre tomar la salida o arriesgarnos al mal tiempo, la lluvia y el frío extremo que acabó con muchos participantes hipotérmicos acabando la prueba prematuramente en una ambulancia. Al final decidimos tomar la salida con la idea de retirarnos si arreciaba el mal tiempo. Ahí cometí mi principal error, olvidando que el Soplao es una prueba de fuerza mental.

El día de la salida de 2013 lloviznaba y hacía bastante frío, pero con el pedaleo pronto entramos en calor y poco a poco fue sobrando la ropa, abundante, que llevábamos encima. Salvo por los largos tapones a la salida y en el cruce del río en Carmona el ritmo fue alto en toda la primera parte, hasta llegar a Ruente. El tiempo acompañaba e incluso salió el sol. Paré bastante tiempo en el avituallamiento de Ucieda a recuperar fuerzas. Luego tocaba la larga subida al alto del Moral. Pensaba que iba bien, pero el cronómetro decía otra cosa. Ascendía muy lento. “Quizás me había quedado frío en la parada de Ucieda”, me decía a mí mismo. Bajé a Juzmeana y allí estaba mi hermano Tony para darme apoyo y avituallamiento. Le dije que estaba bastante cansado pero que iba a intentar continuar. En mi cabeza seguía recordando la decisión que habíamos tomado: intentarlo o retirarnos si nos iba mal.

Comencé la subida hacia la Cruz de Fuentes regulando las fuerzas y comiendo. Pensaba que la fatiga desaparecería así. Sin embargo a mitad de la subida estaba realmente cansado. Subía muy despacio y empecé a fantasear con la idea del abandono. En el kilómetro 100 empezaba a llover y di la vuelta la bici para descender por donde había subido. Al momento me arrepentí. El espíritu del Soplao seguía teniendo cierta presencia. Pensé en subir hasta la cumbre y allí decidir. Volví a dar la vuelta a la bici y seguí pedaleando penosamente los últimos kilómetros de la subida.

Al llegar arriba no podía dar ni una pedalada más. Estaba agotado. La idea de bajar a arroyo Queriendo y tener que subir luego a Ozcaba y Venta Vieja me superaba. Puse un whatsap a Paula, mi mujer y amiga compañera, y le pedí que me esperase en Bárcena. Me retiraba.

Pocos días después reflexionaba sobre lo ocurrido. Había entrenado poco, pensaba. El año que viene podré entrenar más. Sin embargo al año siguiente no pude entrenar lo suficiente, sobre todo por motivos laborales. Tampoco al otro. Empezaba a pensar que quizás ya fuese demasiado mayor para esto del Soplao. Tenía miedo de no poder volver a terminarlo con este recorrido nuevo más exigente que el que yo había terminado varias veces.

¿Podría terminar este nuevo recorrido del Soplao?

Esta pregunta surcó mi mente en innumerables ocasiones. En el invierno comencé a entrenar. Al principio con un tiempo muy suave, hasta caluroso, que facilitó poder salir con la bici. Luego llegó una segunda parte del invierno bastante lluviosa, pero estaba motivado y fuerte para seguir entrenando.

El ritmo de los primeros entrenamientos era bajo. Insuficiente para pasar los horarios de corte del Soplao. ¿Podría terminar? En marzo los tiempos habían mejorado y me apunté al Soplao. No había vuelta atrás. Seguí los entrenamientos, acompañado por mis amigos Javier y Pedro que, incluso con lluvia y frío intenso, se mojaron por mí y me acompañaban en las salidas.

Sobre la bici hay mucho tiempo para pensar, especialmente en las largas subidas. ¿Podría terminar el Soplao? ¿Por qué no acabé la prueba en 2013? Tras mucho pensar llegué a una conclusión: En aquella ocasión no había comenzado con la fuerza mental que se necesita para superar una prueba tan exigente como el Soplao.

¿Podría terminar el Soplao? Ya tenía la respuesta: Sí, y lo iba a terminar en esta ocasión. Estaba decidido.

salida
La salida

La primera parte

Por fin llega el día de la salida, 21 de mayo de 2016. Los nervios de los días anteriores ya se acabaron. El pronóstico del tiempo es de temperaturas suaves y riesgo de lluvia a partir de la tarde. Paula me lleva a Cabezón y a las 7:10 estoy en la salida junto a miles de compañeros. No les conozco, pero sé que la fuerza combinada de todos nosotros es lo que va a alimentar la fuerza mental necesaria para superar el reto.

Estoy en una calle paralela a la de la salida y no me entero de la traca de inicio, excepto por el olor a pólvora que llega al cabo de un ratillo. Todos estamos nerviosos y nos vamos moviendo milímetro a milímetro hacia la calle de salida. 12 minutos después de la traca paso por el arco de salida y comienzo a pedalear.

Los primeros tapones llegan enseguida en la subida de Santibáñez. Hay que parar y luego subir andando mientras el numeroso pelotón va estirándose poco a poco. Tengo un poco de miedo a que los tapones sean muy largos y que no pueda llegar al primer corte, a las 16h en el Arroyo Juzmeana. Por mis tiempos de entrenamiento solo tengo 30 minutos de margen y se están esfumando entre el tiempo de salida y los tapones. Me tranquilizo cuando puedo comenzar a subir ya montado en la bicicleta después de solo unos minutos. Sé que la adrenalina que aporta el participar en la prueba me hará volar más rápido que en los entrenamientos, aunque también sé que hay que regular y no gastar todas las fuerzas en la primera parte.

Hay niebla y no sé bien dónde estoy, pero casi sin darme cuenta corono el primer alto. Ahora queda un descenso divertido y la siguiente subida hacia San Vicente del Monte es más suave.

En la subida a San Vicente me siento un poco cansado. No me preocupo pues sé por experiencia que una prueba larga como el Soplao pasa por muchas fases. Hay ratos en que estás peor, pero luego te recuperas y sigues mucho mejor. Efectivamente, la tercera subida se me hace muy fácil. Paro un momento a comer, pues me he propuesto comer algo cada hora, aunque sea sin hambre. Es muy importante para evitar que se presente el temible hombre del mazo.

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La dura subida de las lastras, en la Cocina

Tras un divertido descenso hacia la Cocina comienza la subida hacia el Soplao, con una parte inicial por una pista hormigonada de fuerte pendiente. Al comenzar la subida me saludan mis amigos Javier y Chiqui. Qué bien se siente uno con los ánimos de la mirada amiga. También con los de los numerosos espectadores que aplauden desde todas las cunetas.

La subida nos lleva al poblado de la Florida y luego continúa el ascenso hacia la Cueva del Soplao. La niebla nos tapa las preciosas vistas de San Vicente de la Barquera y de su magnífica ría, pero a cambio nos regala con bellas estampas de montes y árboles en sus colores de primavera rasgados por las nubes bajas.

En el avituallamiento situado en el aparcamiento de la cueva están esperándome mi hermano Tony y mi sobrino Carlos, siempre apoyándome en cada prueba que he corrido. Me ayudan a rellenar el camelbak y charlo con ellos. Voy bien y he recuperado el tiempo de la salida y de los embotellamientos.

Tras este breve descanso inicio la bajada hacia Celis. Hay muchos ciclistas, por lo que no puedo elegir la trazada. Mi rueda delantera resbala en una piedra mojada y no me sale la cala a tiempo. Me caigo encima de un arbusto espinoso. Alguien me grita ¿estás bien? Sí, estoy bien. Peor hubiese sido caer encima de una roca o hacia el precipicio. Sigo bajando y al llegar a Celis paso por una ambulancia para curar las heridas. Solo son rasguños.

Paso Puente Nansa y mientras subo hacia Carmona recuerdo el tapón que había hace unos años en el paso del río porque nadie quería mojarse los pies. Afortunadamente este año el río está seco y no hay que esperar para pasarlo. Atravieso las pintorescas calles de Carmona que me traen bonitos recuerdos juveniles. Luego queda la subida al Collado de Monte Aa, con sus rampas del 25% que obligan a “tirar de riñones”. Entrenando aquí me han dolido los lumbares, pero afortunadamente subo sin problema. Pronto llegaré a la “curva de las golosinas” donde desde hace años una madre y su hija, que hemos visto crecer en este tiempo, reparten una gominola a cada participante. Es un clásico del Soplao. ¿Estarán? Sí, allí están repartiendo trozos de manzana pues las gominolas hace rato que se acabaron. Me emociona ese trocito de manzana que representa el espíritu de los voluntarios y de muchos miles de personas anónimas que nos aplauden desde los bordes del camino.

En el alto paro un momento y enseguida viene el descenso, rápido, divertido. Bajo en un grupo de seis y más adelante unas personas de la organización nos hacen señas para ir más despacio y vemos a un compañero tendido en la cuneta tapado con una manta térmica. Mala pinta. Espero que se recupere bien. Seguimos el descenso pero mucho más lento, impresionados por la imagen que hemos visto.

En Ruente me encuentro a Javier, Chiqui, Tony y Carlos, como pasará en casi todas las zonas en las que la carrera se acerca a la carretera. No me cabe en la cara la sonrisa de inmensa alegría al verlos. Voy siguiendo el horario previsto y me encuentro fuerte.

La Niebla
El niebla crea bonitas imágenes sobre el bosque

La segunda parte

Salgo hacia Ucieda donde afrontaré una de las subidas más duras de la prueba por su longitud: el Moral. Dicen que aquí comienza el auténtico Soplao. A mitad de subida me duelen los lumbares por lo que reduzco un poco el ritmo y trato de ponerme más cómodo sobre la bici. Por suerte terminado este ascenso ya no volvería a dolerme la espalda en todo el día. Llego arriba e inicio el descenso hacia Juzmeana. Voy a llegar con 45 minutos de sobra sobre el tiempo de cierre y bajo tranquilo, disfrutando de las cascadas del arroyo y las infinitas tonalidades verdes que la primavera ha pintado sobre el bosque. Ya he superado la mitad del Soplao.

Ahora inicio la subida más larga, aquella en donde he tenido pájaras en participaciones pasadas y en la que me retiré en 2013. Es la prueba de fuego. Continúo convencido de que terminaré este Soplao, pero la subida a Fuentes, a casi 1300 metros de altura, exigirá lo mejor de mí mismo y desvelará la incógnita. Me lo tomo con calma. Al rato se oyen truenos. Primero lejos, luego más cerca hasta que comienza una lluvia intensa. Me siento agradecido pues no dura mucho y tengo que quitarme el chubasquero para seguir hasta el alto.

Al llegar a Fuentes hace frío y se ve al otro lado del valle una masa de lluvia intensa ¿Vendrá para acá? Me abrigo y comienzo el descenso hacia el arroyo Queriendo. Comienza a llover. Enseguida lo hace con mucha intensidad y empieza a caer granizo que me golpea el lado izquierdo de la cara y hace daño. Casi no veo nada por las gotas en las gafas y el barro que va salpicando. Tengo que bajar muy despacio pues está todo muy resbaladizo y es un descenso peligroso. Hay miembros de la organización por todas partes, lo que nos hace sentir arropados.

Ozcaba
Llegando a Ozcaba se aleja la tormenta

Tras el descenso cesa la lluvia y se inicia la subida hacia Ozcaba. Poco a poco voy entrando en calor y al llegar a Ozcaba me encuentro con mis amigos y me quito el chubasquero. Sigo subiendo hacia Venta Vieja y al coronar recuerdo la frase que oí en un vídeo del Soplao: si llegas hasta aquí vas a terminar el Soplao. Me emociono y una lágrima se asoma a mis ojos, pero tengo que mantener la cabeza pues el descenso está muy resbaladizo. Es pedregoso y cansado hasta llegar a Colsa, donde se sigue por carretera, ya mucho más cómoda.

Tras un ascenso a Correpoco queda un sector muy resbaladizo y técnico: el sendero de Llendemozó. Hay algunos tramos cortos que tengo que hacer andando. Luego, tras un rápido descenso llego a Renedo, con casi una hora de margen antes del segundo horario de corte. Mirando hacia arriba, delante de mí y envuelto en la niebla se alza el imponente Negreo con sus más de 800 metros de altura, última subida del Soplao aunque una de las más duras por sus largos tramos hormigonados del 25% de pendiente.

La parte final

Javier me ayuda a colocar las luces en la bici. Todavía no ha anochecido, pero las necesitaré. Un poco más arriba paro en el avituallamiento donde me ofrecen un delicioso pincho de lomo a la brasa que me sabe a gloria. Mi estómago ya no acepta más barritas ni cosas dulces, y esta delicia me entra de maravilla.

El negreo
Subiendo el negreo ya se acerca el final
salida
Llegando a meta a las 23:08

Me tomo el ascenso con calma, poniendo pie a tierra en los tramos de mayor pendiente, para conservar fuerzas para el resto. Me sorprende ver lo bien que estoy tras 13 horas sobre la bici. Lógicamente estoy cansado, pero las piernas responden y paso montado los últimos kilómetros, pedregosos y húmedos. La niebla envuelve la cumbre y poco a poco me acerco al bosque de pinos que marca el final de la subida más dura. Luego otro repecho más y corono el alto. Ya he encendido las luces, pues queda ya poco del día y la niebla y la oscuridad son las protagonistas. Arriba me encuentro a un grupo de cuatro o cinco ciclistas que no tienen luces y se unen rápidamente a mí para bajar juntos hasta Ruente. Yo voy delante alumbrando y ellos detrás. Bajo despacio pues los últimos ya no ven mucho y no quiero que tengamos un problema estando tan cerca del final.

En Ruente llegamos a la carretera y la guardia civil nos para organizando convoyes de varios ciclistas con un coche policial detrás para mayor visibilidad. Avanzamos hacia Cabezón a toda velocidad siguiendo a un ciclista que nos lleva a rueda. Va tan rápido que no puedo darle relevos. Ya en Cabezón le agradezco su generosidad. Cruzo las vías del tren y sé que estoy terminando el Soplao. Llevo ya más de 15 horas sobre la bici. Me emociono. Veo a Paula y a mis queridos amigos y familiares esperándome ansiosos en meta. Paso la meta y les abrazo mientras anuncian mi nombre por la megafonía.

Ya tengo la respuesta a la pregunta que me hacía desde 2013. Sí, podía terminar el Soplao. Ha sido un largo día repleto de emociones y siento cómo poco a poco me llena la felicidad del reto conseguido.